martes, 28 de enero de 2014

El Cáncer Gástrico y la Pobreza

Más de un millón de casos nuevos cada año, el 70 por ciento en los hombres y mujeres de los países en vías de  desarrollo; setecientas cincuenta mil muertes por cáncer de estómago, 600 mil de ellas en los países del tercer mundo. Esta es la expresión en salud de las desigualdades económicas, sociales y políticas entre los países. El cáncer gástrico es la primera y desproporcionada causa de muerte por cáncer en el Perú: tres de las 9 mil muertes anuales por cáncer de nuestro país  se deben a cáncer gástrico, proporción muy elevada si se la compara con el 8.9 por ciento del total de muertes por cáncer, que se debe a cáncer gástrico en el mundo.

El Perú tiene una de las más elevadas tasas de incidencia del cáncer gástrico del mundo. En algunas regiones como Huánuco, Huancavelica, Ayacucho y Junín el cáncer gástrico representa  un abrumador 29, 19 16 y 14 por ciento respectivamente del total de casos de cáncer registrados para cada región, sugiriendo que son los ciudadanos más pobres de los países pobres  las víctimas de este mal. Y, diciéndolo en otra forma: los peruanos de los estratos socioeconómicos 3,4 y 5 tienen 2 a 3 veces más probabilidades de morir por cáncer del estómago que los de los niveles 1 y 2.

Los países desarrollados han reducido las tasas de incidencia de cáncer gástrico,  implementando rigurosas medidas de higiene alimentaria, y curan una proporción elevada de casos porque detectan a tiempo las lesiones superficiales del cáncer incipiente, éste sí curable. Los peruanos de las clases menos favorecidas  presentan frecuente y tempranamente en su vida, infección  por Helicobacter en la mucosa gástrica, diana y señal de una pobre higiene alimentaria. Esto condiciona el proceso inflamatorio de la mucosa gástrica, que acentuado y perpetuado por una dieta no-protectora inicia un largo proceso puntuado por la gastritis superficial, leve, moderada, severa, y profunda que culmina con una condición irreversible  de “gastritis atrófica” o mucosa adelgazada y disminuida en su funcionalidad.

La mucosa gástrica atrofiada  sufre entonces una metaplasia, es reemplazada por un tejido parecido a la mucosa  intestinal, que  es la  etapa final del prolongado drama  pre-canceroso. La tragedia de la mutación cancerosa puede ocurrir, ahora, en cualquier momento y en cualquier punto de la superficie de la mucosa atrofiada o metaplásica: una célula o una clona (colonia) celular sufre una  mutación, se transforma  en cancerosa y se organiza en una lesión superficial, todavía confinada a la mucosa, respetando las capas profundas del estómago y todavía curable… aunque no por mucho tiempo.

El epílogo es penoso: solo la cuarta parte de los 10 mil casos que acudieron a una institución especializada entre los años 1950 y 2000, en busca de cura para cáncer gástrico pudo tener cirugía con intención curativa; los inoperables tuvieron sobrevidas promedio de 3 a 5 meses. La lección está aprendida: el cáncer gástrico es curable mientras las lesiones no hayan penetrado  las capas profundas de la víscera; pero en la práctica solo uno de cada 54 pacientes  se presenta con lesiones   superficiales  de buen pronóstico.

La detección de las lesiones superficiales del cáncer de estómago en las poblaciones de alto riesgo debiera ser una tarea prioritaria, si no fuera los elevados costos de infraestructura, instrumental y especialistas que demanda. La prevención del cáncer gástrico es la prevención  de la infección por Helicobacter pylori basada en la higiene  alimentaria, y en la interrupción de la cascada inflamatoria con una “dieta  protectora”. 

Implementar una cultura de respeto al santuario gástrico es tarea de todos. El estómago está preparado y se defiende de las agresiones fagocitaras  del hombre con el poderoso ácido clorhídrico y el moco protector, pero no puede resistir la noxa reiterada del omnívoro a lo largo de las décadas de su existencia. Una dieta saludable para la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard debe tener 50 por ciento de vegetales (verduras) y frutas, 25 por ciento de granos integrales (arroz, fideos, pan integral); el 25% restante debe cubrirse con proteínas  del pescado, carne de ave y menestras como frejoles, lentejas, quinua. El consumo de carnes rojas y carnes procesadas debiera ser limitado.

lunes, 20 de enero de 2014

Riesgo y Temor al Cáncer de la Mama


El miedo al cáncer es  atávico, universal  y comprensible; el temor de las mujeres  a tener cáncer de seno es tema cotidiano, y es útil en tanto las hace vigilantes de la salud de una glándula que ha devenido en bandera de la belleza y femineidad. Pero, en palabras de Ricardo Palma, aplicadas al miedo al cáncer, hay que tener, “ni tanto que queme al santo”, en forma de un obsesivo miedo enfermizo, “ni tan poco que no lo alumbre”, pasando al extremo irresponsable del descuido.

La mejor herramienta para no caer en los extremos, es el conocimiento del tamaño del riesgo  individual de desarrollar cáncer de mama de una mujer, porque si bien toda mujer tiene  alguna probabilidad de tener cáncer de seno en alguno de los tramos de su vida, no todas las mujeres  corren el mismo riesgo durante toda su vida. La probabilidad de tener cáncer de seno  es de 12 por ciento (1 de cada 8 mujeres en USA), y 5.5 por ciento (una de cada 18 mujeres) en el Perú; dicho en otras palabras las mujeres de Estados Unidos tienen el doble riesgo de tener cáncer de las mamas, que las mujeres de Perú.

El riesgo de presentar cáncer de seno toma fuerza a los 50 años de edad que es cuando 1 de cada 50 mujeres (2%) tendrá el  mal comparado con la proporción de 1 en 220 (0.45%) registrada para los 40 años de edad. A qué edad empezar con el examen y la mamografía anual ha sido la controversia del año entre la ACS (sociedad americana de cáncer) que recomienda  que la rutina anual  empiece a los 40 y  la “US Preventive  Services Task Force” que controversialmente  dictaminó  que  una mamografía  bi anual a partir de los 50 y solo hasta los 75 era suficiente. La mayoría de los especialistas se ha alineado con la ACS, pero lo mejor es que la  decisión sea individualizada  de acuerdo al riesgo personal determinado por el especialista.

El factor hereditario y el riesgo de cáncer de seno. Cuando Angelina supo que había heredado de su madre la mutación del gen BRCA y que por eso tenía 87 por ciento de posibilidades de desarrollar cáncer de seno en algún momento de su vida, y que tenía que controlarse con frecuencia para tratarlo apenas aparecieran  las evidencias, aplicó la radical estrategia de “muerto el perro muerta la rabia” y se hizo extirpar ambos senos. Este es el ejemplo extremo de carga genética en cáncer  de  mama, por lo demás muy  poco frecuente.

El “factor familiar” también pesa. Ser familiar en primer grado -madre, hija, hermana-  de una mujer  con cáncer mamario, duplica el  riesgo de tener la enfermedad, y más si la parienta tuvo el cáncer antes de los cuarenta años de edad, o si el cáncer fue bilateral. Para decirlo en números, si tu riesgo de cáncer mamario es de uno en quince por edad, tener una pariente en  primer grado con cáncer hace que la probabilidad  aumente a una en ocho. El doctor tendrá presente este hecho y ajustará los despistajes.

Otros factores cuentan. El Dr. Forman ha sido  enfático: “a mayor consumo de alcohol, mayor riesgo” y parece que no bromeaba. El factor “periodo vida hormonal”, o sea la duración del intervalo entre la menarquia, precoz o tardía, y la menopausia, precoz o tardía, también cuenta, así como el reposo hormonal de los embarazos. El  sobrepeso, el tabaco, y la vida sedentaria suman puntos negativos. Lo positivo es que de estos factores las damas sí se pueden librar con disciplina de vida, pero del  parentesco  no hay modo.

miércoles, 15 de enero de 2014

La Teta está asustada


LA  TETA  ESTA  ASUSTADA, y con mucha razón: un millón setecientas mil glándulas mamarias femeninas,  comúnmente conocidas como mamas, senos o tetas, desarrollaron  carcinoma de los conductos mamarios o sea cáncer de seno,  en el año 2012, según  Globocán, Registro de cáncer de la Agencia en Lyon de la OMS. Este es un inusitado e inexplicable aumento  de 20 por ciento en su frecuencia del año 2008. El cáncer de la mama es además, la forma más frecuente de cáncer, y la primera causa de muerte por cáncer en  mujeres..

El  número de casos de cáncer de seno en las mujeres de los países ricos sigue siendo  mayor que el de las de los países menos favorecidos. Mientras que la incidencia de cáncer mamario es 90 o 100 casos por cien mil de población en Estados Unidos  de N.A. y Europa, en países  pobres  de América Latina y  África la cifra es de 30 a 40 por cien mil. Esta diferencia estadística plantea  una relación causal entre  el   “estilo de vida occidental” – léase sobrepeso,  vida sedentaria, control de la natalidad, consumo de alcohol  y la incidencia de cáncer del seno. El doctor Forman, jefe de la sección de cáncer de la IARC advierte, sin embargo, que “el cáncer de la mama es epidémico en América Latina” y que aumenta con el cambio en el estilo de vida  de las  mujeres.

Los países desarrollados no han podido reducir la frecuencia de cáncer de mama, pero han  disminuido su mortalidad con inversiones millonarias en los costosos procedimientos de vigilancia,  monitoreo y diagnóstico precoz,  así como tratamiento multidisciplinario  no desprovisto de efecto colateral económico tóxico. El  diagnóstico precoz del cáncer de seno consiste en descubrir la enfermedad   antes de que se forme un tumor o sea,  una masa palpable en la glándula. Esto significa, por decirlo de alguna manera, detectar un cáncer antes de que el tumor mida 10mm, es decir antes de que pueda ser palpado, detectado por la palpación.

El cáncer del seno en el Perú tiene todas las connotaciones negativas del cáncer en la mujer peruana: ocupa el primer lugar en frecuencia, junto al cáncer de cuello uterino; no dispone de un sistema de de vigilancia ni siquiera clínico, menos “mamográfico”, para los dos millones de mujeres mayores de  50 años de edad, como consecuencia de lo cual, la mayoría presenta cáncer avanzado cuando llega al establecimiento de salud, y el elevado costo de los tratamientos está fuera del alcance  de las mayorías del país. Es un deber cívico empezar el combate ya, implementar  la rutina del autoexamen y el examen clínico de los senos para todas las mujeres mayores de 40 años; identificar a la población con factores de riesgo y ofrecerles programas de detección mamográficos; implementar clínicas de diagnóstico patológico, y estandarizar  tratamientos con criterio de evidencias.