El título
intenta describir la epidemia silenciosa y
solapada que padece el mundo desde hace más
de medio siglo. Hablamos de los mil millones de personas que fuman, 5
millones de las cuales mueren cada año por
enfermedades producidas por el humo del tabaco, el cáncer
de pulmón entre ellas.
El cáncer
de pulmón, con 1.8 millones de casos nuevos por año, es la forma
más frecuente de cáncer; es también la
causa más frecuente de muerte por cáncer, con 1.6 millones de
óbitos, lo que representa un altísimo 19.4
por ciento de los 8.2 millones de muertes por cáncer que
ocurrieron en el año 2012.
Y –doloroso
pero cierto– la ciencia médica no ha
logrado controlarlo: la tecnología del
diagnóstico, desde la simple radiografía hasta la sofisticada
tomografía axial y la resonancia magnética, no han logrado el
diagnóstico precoz de las lesiones pulmonares de las poblaciones de
fumadores en riesgo, y la tasa de curaciones por cirugía,
radioterapia y quimioterapia incluida la moderna y onerosa “terapia
molecular” no han
modificado sus índices de mortalidad.
El cáncer
de pulmón no es aún la forma más frecuente de cáncer en el Perú,
aunque sí es una importante causa de muerte por esta enfermedad.
Los 1,581 casos registrados en 2008 por Globocan ocupaban el octavo
lugar en frecuencia y representaron el 4 por ciento del total de
casos registrados de cáncer. Por el otro lado, 1,536 muertes por
cáncer de pulmón constituyen el 6.3 por ciento de las muertes por
cáncer del año 2008 en nuestro país. El cáncer pulmonar sí es
una importante causa de muerte por cáncer.
El
cigarrillo rubio, amigable y de elegante presentación, se convirtió
rápidamente en el instrumento perfecto para
llevar eficientemente nicotina a los pulmones y al cerebro;
la industria invierte miles de millones de dólares en publicidad y
recluta mil millones de fumadores en el mundo. Varias generaciones
fueron seducidas por las imágenes glamorosas
de los ídolos George Raft, Humphrey Bogart y John Wayne envueltas en
el humo de un cigarrillo, aunque después
ellos mismos hubieran muerto por cáncer de pulmón.
La epidemia
había entrado en un periodo de incubación y 30 años más tarde
empezarían los primeros síntomas de la más esquiva y mortal
neoplasia del ser humano.
La guerra
contra el tabaco tuvo primero que demostrar
la relación causal tabaco/cáncer y luego imponer restricciones para
fumar y para la promoción publicitaria del hábito. Después de una
larga campaña, la industria se encuentra en retirada en los países
del mundo desarrollado.
Sin
embargo, la industria tabacalera se ha
instalado en el tercer mundo, al amparo de
leyes permisivas y de una población desprotegida. El 80 por ciento
de los fumadores está ahora en Europa oriental, Asia, África,
Oceanía y América Latina; en dos o tres
décadas estos países tendrán que enfrentar un feroz aumento en el
número de enfermos y muertos por cáncer de pulmón.
En el
Informe sobre control del tabaco de la OPS, países como Chile,
Brasil y Argentina tienen una prevalencia
mayor de 30 por ciento del consumo de tabaco por los jóvenes, y el
Perú no está muy lejos con 19.4%. Está
comprobado que los jóvenes fumadores de hoy se convertirán en los
empedernidos fumadores de mañana con altísima morbilidad y
mortalidad. Este es el terreno en el que hay
que darle la batalla al cáncer de pulmón.
El gasto en
el diagnóstico y tratamiento de las enfermedades producidas por el
tabaco es elevado por el alto costo de los procedimientos e insumos,
y sus magros resultados no resisten un análisis de costo y
beneficio. Una fría lógica matemática señala que invertir
en la guerra al tabaco, con las armas de la informática, de la
educación, las leyes y la jurisprudencia, y el amor a la nación, es
la prioridad en el control del cáncer de pulmón.
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