El control del cáncer de cuello
uterino en el Perú ya parece una misión imposible. En los últimos 20 años ha
habido deseos, intenciones y propósitos de enmienda en forma de campañas, planes estratégicos, coaliciones
multisectoriales y
resoluciones ministeriales cuya misión era controlar la forma más
frecuente y letal de cáncer en la mujer
peruana. Pero el número de casos
y de óbitos por ese mal ha seguido aumentando.
La misión es posible. La tarea
es ardua pero no hay otra : se
tiene que implementar un sistema de vigilancia para dos a tres millones y medio de mujeres en
riesgo, haciendo el tamizaje con los métodos disponibles -Pap, IVVA, ADN viral- que permitirá detectar unas
20 a 30 mil portadoras de lesiones
precursoras de muy alto riesgo de progresar al estado de cáncer invasor. Esa es
la única manera de prevenir, porque el
tratamiento de las lesiones precursoras
reducirá drásticamente el número de casos de cáncer invasor.
La participación de las mujeres
es crucial. Para ello hay que darles
información sobre el cáncer
cervicouterino y su
prevención, hacerles perder la vergüenza
y el miedo al examen vaginal, y
gestionar el apoyo de la familia y la comunidad. Al mismo tiempo hay que facilitar el acceso a los servicios
implementando la red en el sistema de atención primaria, con horarios
generosos, actitud de servicio,
eficiencia y prontitud. La entrega de los resultados en plazos razonables, con
la explicación del profesional es la mejor garantía de la fidelidad.
El tratamiento de las
lesiones precursoras requiere procedimientos de cirugía menor de
un rango de sofisticación y costos que
van desde la criocirugía a la resección
electroquirúrgica. La
estrategia TATI (Tamizaje/Tratamiento
Inmediato) de la OPS busca reducir los intervalos y las
esperas eliminando un importante factor de deserción de pacientes.
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