EL DAÑO COLATERAL FINANCIERO
DEL CÁNCER
Cuando, en los primeros años de la década del sesenta, me iniciaba en
la práctica de la cancerología no habían los ahora cotidianos instrumentos para
el diagnóstico del cáncer: tomografía axial, resonancia magnética,
ecosonografía, ni tampoco la endoscopía de fibra óptica y menos la
inmunohistoquímica y la captura de híbridos que ahora permiten precisos y
oportunos diagnósticos del cáncer. Tampoco se practicaba la microcirugía, ni la
cirugía laparoscópica, robótica, ni la radioterapia de megavoltaje con
aceleradores de electrones y protones; y las sustancias antineoplásicas como
los compuestos de platino, taxanos y antraciclínicos, anticuerpos monoclonales
y citokinas, no habían sido descubiertas. Los avances en la detección,
diagnóstico precoz y tratamiento del cáncer logrados por la revolución
científica y tecnológica del último medio siglo permitieron el control casi
total del problema del cáncer que vemos ahora.
Estos resultados son producto y consecuencia del interés de la industria,
de la inversión de capital en la investigación y desarrollo, producción y
marketing de instrumentos y medicamentos contra el cáncer, en busca de beneficios económicos, claro
está, ya que los planes de salud “non-profit” son cosa del pasado. Pero un
efecto colateral de la intrusión de las prácticas de mercado es la espiral
de los costos de la atención de los pacientes con cáncer, con presupuestos
que en países como U.S.A. superan los 100 mil millones de dólares por año, y
que ha convertido a los pacientes con cáncer en los “enrolados de alto riesgo
económico” de las prestadoras de salud, con costos que superan los 5 mil
dólares por año y que aumentan a una velocidad mayor que el crecimiento
económico. No hay que ser economista para darse cuenta de que esto, que es
ya un problema para los países desarrollados, tendrá gravísimas repercusiones
para el control del cáncer en los países del tercer mundo si no hacen un
empleo juicioso de sus magros presupuestos de salud. Tampoco debe sorprendernos
que el “Cuidado de la Salud” ocupe el tercer lugar en el ranking de las
industrias menos populares, sólo debajo de petróleo y la banca, según un
sondeo Gallup en USA.
El aumento
de los gastos se debe, sin duda, a la acelerada introducción y al uso, controlado
o no, de tecnología, instrumental, procedimientos y nuevos medicamentos, cada vez más costosos, ofrecidos por los fabricantes al profesional
médico como el “state of the art” de la práctica de la especialidad... lo que
no garantiza que el paciente obtenga el beneficio proporcional a su costo. Se
hace aquí evidente la falta de un listado de procedimientos y tratamientos
cuyo uso y valor estén soportados por evidencia como el confeccionado por
el American Board de Medicina.
Hay estudios que afirman que el 30 por ciento del gasto en salud se
desperdicia en la aplicación de procedimientos inefectivos que incluyen
tratamientos y pruebas para diagnóstico. ASCO, la sociedad americana de
oncólogos, ha publicado la lista de 5 costosos análisis, procedimientos y
tratamientos usados comúnmente que no tienen soporte de evidencia de beneficio
significativo; la lista incluye el uso innecesario de quimioterapia para
pacientes con cáncer avanzado improbable de beneficiarse del tratamiento;
tecnologías de estadiaje en casos de cáncer mínimo de mama y próstata; el
sobreuso de factores estimulantes de médula ósea; el uso del PET-Scan para
detectar recurrencias en el seguimiento de pacientes tratados, y otros más. Las
guías oncológicas de la NCCN son una excelente referencia de los procedimientos
con evidencia bibliográfica de eficacia en el manejo del cáncer, de uso
altamente recomendable en las instituciones de la especialidad.
La Organización Mundial de la Salud ha advertido que los países en
vías de desarrollo -ésto incluye al Perú- gastan casi todo su presupuesto para
cáncer en la atención de cáncer invasor, en desmedro de la prevención,
creando el círculo vicioso que se cierra con el cáncer avanzado incurable, y
del que no pueden salir hace muchos años. Este es un problema de salud pública
que no resolverá la industria privada de la salud, y que, de acuerdo con las
recomendaciones de la Oficina Sanitaria Panamericana, se podría atacar creando
el organismo encargado de la prevención y detección de cáncer que cuente con
registros hospitalarios y poblacionales de cáncer actualizados, y recursos para
organizar y ejecutar los programas de control de los prioritarios problemas de
cáncer de cérvix, estómago, mama, hígado y tabaco.
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