Los
programas de control del cáncer siguen estancados, privilegiando
el paradigma del tratamiento del cáncer y postergando la prevención;
todos los recursos económicos e intelectuales de nuestra “Guerra
contra el cáncer” están dirigidos al tratamiento de la enfermedad
declarada. Después de medio siglo de más de lo mismo, el saldo no
puede ser peor: el número de casos nuevos de cáncer por año
aumenta; la proporción de casos con enfermedad avanzada incurable no
se reduce; y la mortalidad por cáncer aumenta porque el trabajo de
prevención y detección temprana es precario o nulo. En palabras de
la Organización Mundial de la Salud “es
urgente la necesidad de identificar, diagnosticar y tratar
eficientemente el cáncer en a los países menos desarrollados…”.
El
tratamiento del cáncer es costoso, y si bien los avances de la
tecnología y la ciencia han aportado progreso, también es cierto
que los
costos de los tratamientos modernos se han elevado en una
incontenible espiral,
desfinanciando los precarios presupuestos de los países en vías de
desarrollo. Nuestras autoridades tienen entonces que plantearse
prioridades, porque si más del 50 por ciento de todos los cánceres
es prevenible, la
estrategia de la prevención debiera tener la prioridad porque
reducirá el número de casos de cáncer invasor, mejorará los
índices de curación y eliminará la lacra del cáncer avanzado.
Los
epidemiólogos han sentenciado que “las
mujeres y los hombres de los estratos sociales D y E tienen 2 a 3
veces más posibilidades de morir por cáncer de cuello uterino, por
cáncer del estómago y por cáncer de pulmón que las personas de
los estratos A y B”;
el cáncer de cuello de útero y el cáncer de estómago constituyen
más de 30 por ciento de todos los casos de cáncer en las regiones
Loreto, Huancavelica, Ayacucho, Huánuco, Junín, lo que confirma que
la pobreza y la desigualdad son los ingredientes sociales de este
mal. Esta
ominosa mancha en la salud de nuestra sociedad, sigue sin que alguno
de los sectores responsables lo encare en su verdadera dimensión.
Un
Programa
Comprehensivo de Control del Cáncer en el Perú
demanda un esfuerzo coordinado centralizado bajo la sombrilla de una
entidad que funcione como el Instituto Nacional de Prevención del
Cáncer del MINSA. Este organismo deberá crear el Registro
Nacional de Cáncer en
base a los Registros Regionales Poblacionales; una
Red Nacional de Tamizaje para
cáncer cervicouterino, mamario y prostático, y otros creando una
cultura de la prevención de cáncer en el médico general. Nuestro
Instituto de alta especialización del país será encargado de crear
protocolos y guías de porocedimientos para el empleo
racional de los recursos y procedimientos de eficacia comprobada.
La supervisión y asesoramiento del trabajo especializado debiera
facilitarse implementando un sistema de comunicación que permita
lainterconsulta y el reporte de resultados a todos y cada uno de los
profesionales de la salud del MINSA.
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